Robert Deborne

Le Cerisier (El Cerezo)

Robert Deborne Robert Deborne nació en 1870 en Viviers, una pequeña ciudad catedralicia del sur de Francia. Poco se sabe de los detalles más sutiles de la vida de Deborne y sigue siendo más bien un enigma. Era hijo de un rico granjero, lo que le dio la oportunidad de concentrarse en su pintura sin presiones económicas. De hecho, su dedicación fue tal que abandonó a su familia justo antes de la Primera Guerra Mundial, lo que le permitió centrarse por completo en su trabajo. A pesar de su prolificidad, decidió no realizar nunca una exposición individual ni tuvo relación alguna con un marchante de arte para vender sus obras, aunque expuso a menudo en el Salón de Otoño de París (del que llegó a ser miembro en 1923) y en el Salón del Sudeste. Talento notable en su época, Deborne expuso con grandes artistas en el Salón del Sudeste. Esta exposición de salón tuvo lugar durante el invierno, lo que fue perfecto para Deborne, ya que pudo pintar durante todo el verano, su estación preferida. El Salón era un foro para artistas desconocidos, innovadores y emergentes. Sus cuadros se colgaron junto a obras de Paul Cézanne, Henri Matisse, Paul Gaugin, Georges Rouault, André Derain, Albert Marquet, Felix Vallotton y Edouard Vullard, por citar sólo algunos. Deborne expuso en el Salon du Sud-Est de 1905, año en que la prensa acuñó el término entonces bastante despectivo de "fauves" (bestias salvajes en francés) para describir a los artistas que utilizaban colores fuertes, separados y antinaturales de forma representativa, alejándose del realismo del impresionismo. La frase caló y se reconoció el nuevo movimiento del fauvismo, del que sin duda Deborne formó parte y recibió influencias. Deborne mantuvo una estrecha amistad con Paul Signac, con quien expuso en varias ocasiones en el Salón de Sud-Est. Signac pasó algún tiempo en Viviers con Deborne, y se sabe que ambos estuvieron juntos a orillas del Ródano, esbozando y pintando. Pintó sobre todo escenas de Viviers, su ciudad natal en el Ródano, y sus alrededores. También incluyó Nebbio, en Córcega, en muchos de sus cuadros. Sus obras están muy centradas en estos lugares que amaba, y sus representaciones del Ródano, sus orillas y las colinas que lo bordean están poéticamente marcadas por las variaciones del tiempo, el clima y la estación. Le gustaba especialmente pintar al amanecer y al anochecer. Robert Deborne volvió una y otra vez a los mismos paisajes, retratándolos desde distintas perspectivas y con una luz cambiante. Fue una elección deliberada: quería compartir la belleza de estos lugares inspiradores que tenía ante sí. Vivarais para Deborne fue lo que la Montaña Sainte-Victoire fue para Cézanne o las orillas del Creuse para Guillaumin. Estos paisajes fueron su vida, y cada pincelada ilumina la belleza de estos lugares para que otros la experimenten.