Pinturas de paisajes de SOPHIE DUMONT

Nació en París el 09 de abril de 1964. Vive y trabaja en Langrune sur Mer (Normandía) Sophie Dumont se alejó de la Metrópolis para vivir unos años en las Antillas, España y finalmente en Marruecos. A su regreso a Francia en 1991, dio el paso y cogió los pinceles. Desde su más tierna infancia, estuvo inmersa en el mundo de la pintura, a través de los dibujos de Henriette Dumont, su abuela paterna, que esboza en todo momento, hijos y nietos con un trazo que puede recordar al de Matisse . Sophie Dumont se interesa por la historia del arte, trabaja durante varios años, busca, descubre para realizarse plenamente hacia 2007. Su factura se hace más fuerte, las capas se multiplican en el lienzo, revelando una playa o unos acantilados a quien quiera descubrirlos. Su obra al óleo adquiere todo su valor en capas sucesivas y transparencias en tonos grises y blancos. Sophie DUMONT amplía su exploración del universo normando. El entorno le resulta familiar, pero se resiste a las más mínimas vibraciones. El paisaje omnipresente se oculta a la vista para revelar apariciones furtivas que se ahogan en la luz nacarada y translúcida. La visión subliminal de un horizonte recortado por acantilados lejanos evoca una vida cotidiana marcada por un espacio en constante cambio. Nada perturba la tranquilidad de un espacio modelado por estas luces diáfanas, mezcla de grises y sombras que juegan sutilmente con las fluideces del aire y del agua. Estos paisajes impregnados de un lirismo rayano en la abstracción parecen alejarse de una realidad que la pesadez de la pintura tradicional quiere encontrar en lo reconocible. La representación se separa irreversiblemente del motivo para reflejar mejor la emoción que suscita la inmersión total en el cuadro. La imagen se desvanece ante los sentidos, dando al espectador libertad de interpretación. El abstracto de Sophie DUMONT no es un concepto, es un enfoque en el que cada lienzo se construye en torno a gráficos puestos en perspectiva por el color. El dibujo puede recordar la forma de un cuerpo o los meandros de un paisaje. Es sólo la interpretación impremeditada de una idea figurativa, que adopta otras formas en el espacio. El lienzo se estructura en torno a un juego de curvas y líneas que filtran las luces. Es en esta refinada construcción donde entra en escena la paleta de tonos a menudo contrastados. Pero la sustancia nunca está cruda, sino que extrae de su maduración efectos líricos que son el resultado de un fructífero trabajo de la materia. El cuchillo da forma al material en capas sucesivas que se funden en una combinación de colores resplandecientes. Su percepción no es más que la expresión de sus propias emociones, sometidas simplemente al efecto de modulaciones transcritas por el artista. De ahí esta relación permanente entre obras de apariencia y espíritu a veces cambiantes, pero que simbolizan un planteamiento coherente y sincero. François Laune